Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 8 de marzo de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Sánchez Campomanes
Número y páginas del Diario de Sesiones: 40, 1013-1014
Tema: Desorganización del ejército por el Ministerio de la Guerra a espaldas del Parlamento

Ya nos vamos entendiendo. El Sr. López Domínguez con buen sentido, que yo le aplaudo, ha puesto las cosas en su verdadero lugar, y, además, con una franqueza laudable ha contestado al Sr. Sánchez Campomanes; y le ha contestado perfectamente, demostrando que S.S. al organizar el ejército por medio de decretos estaba en su derecho. Ya ve el señor Sánchez Campomanes con qué injusticia ha tratado al anterior Ministro de la Guerra, que ha hecho exactamente lo mismo, según era procedente. (El Sr. Sánchez Campomanes: No le he negado ese derecho). Pues todos lo hemos entendido así, incluso el Sr. López Domínguez, que ha dicho que tenía que protestar no sólo contra las ideas del Sr. Dabán, sino contra las del Sr. Sánchez Campomanes. Por consiguiente, conste que el Sr. López Domínguez ha contestado como debía contestar al Sr. Sánchez Campomanes.

Por lo demás, yo trato lo mismo dentro de la justicia a los amigos que a los adversarios, a pesar de que S.S. me ha de permitir que le diga, que no sé cómo considerarle, si como amigo o como adversario, porque amigo mío ha sido hasta hace poco tiempo. Ahora resulta que ya no lo es, por el pacto de El Pardo. (Risas). ¡Tiene gracia lo del pacto de El Pardo!

Todavía hubiera comprendido que S.S. no hubiera sido amigo mío en los primeros momentos en que se hablaba del pacto de El Pardo; durante las elecciones o cuando vino al Parlamento; pero ahora que ya nadie habla de ese pacto, y que si lo hubiera habido, estaría roto, porque los conservadores comienzan a hacer (y hacen bien en ello), una oposición enérgica, ¿por qué ha de dejar S.S. de ser amigo mío? Yo espero que S.S. volverá a ser amigo, puesto que se habrá convencido de que el pacto no existió, y de que si hubiera existido, se habría ya roto.

Por consecuencia, trato lo mismo a S.S. que al S. Dabán, con una diferencia natural, pues el señor Dabán se concretó, e hizo bien, a censurar unos decretos del Ministro de la Guerra, y S.S. ha hecho más que esto; S.S. ha querido disculpar el que por decretos del Ministro de la Guerra, se venga a la era de los pronunciamientos militares? (El Sr. Sánchez Campomanes: Está confundido S.S.) cosa que no ha dicho el Sr. Dabán? (El Sr. Sánchez Campomanes: No he dicho tal cosa. Su señoría no me ha entendido, y por eso ni me ha contestado hoy, ni me contestó ayer). ¿A qué no le he contestado? (El Sr. Sánchez Campomanes: A lo que he dicho ayer en mis palabras). ¡Pero si S.S. estuvo tan poco circunspecto, permítame que se lo diga, que hasta se atrevió a decir que el Ministro de la Guerra hacía más por la revolución que Don Manuel Ruiz Zorrilla! (El Sr. Sánchez Campomanes: El Ministro de la Guerra no, el Gobierno). Bien, el Gobierno, lo cual es lo mismo. (Risas). ¿Le parece esto a S.S. regular? ¿Le parece regular decir que el Gobierno hace por la revolución más que el Sr. Ruiz Zorrilla? ¿Qué hace el Gobierno para que se le pueda dirigir este cargo? ¿Es que el Gobierno falta a las leyes? Pues aquí estáis vosotros para darle un voto de censura, para arrojarle de este banco, para promover una acusación; pero nunca los Gobiernos hacen nada por la revolución, porque para impedir eso están los demás Poderes públicos. ¿Qué significa esto en labios de un Diputado, y sobre todo de un Diputado militar, porque al fin y al cabo, cuando se trata de ciertas cosas no se puede separar de la investidura de Diputado el honroso uniforme militar?

Si el ejército es el brazo de la ley, a la ley debe atenerse, y mientras el Gobierno no falte a las leyes, el ejército no tiene más remedio que cumplir con lo que las leyes le ordenan. Esto es lo que debe decir todo Diputado, y sobre todo un militar, como contestación a lo que S.S. ha afirmado; y esto es, en efecto, lo que ha venido a decir a S.S. el Sr. López Domínguez, aunque no tan enérgicamente como yo, por temor de que pudiera separarse de su lado un amigo, pues le ha recordado que hay motivo, que hay derecho para criticar al Ministro de la Guerra; pero que no hay ningún motivo, ni razón, ni derecho, para disculpar los movimientos militares, cualquiera que sea la conducta del Ministro de la Guerra y la conducta del Gobierno que se siente en este banco. Sí; esto es lo que ha dicho a S.S. el Sr. López Domínguez, sólo que el Sr. López Domínguez tiene con S.S. complacencias que yo no debo tener, porque tampoco S.S. las ha tenido conmigo, puesto que sin decirme siquiera adiós, y tan sólo por el pacto de El Pardo, se ha separado de mí. (Bien. Risas).

No hay que confundir las cosas. Estaba en su derecho el Sr. Dabán al decir lo que dijo, y por eso el Sr. Ministro de la Guerra de entonces apenas tuvo que contestar; que si no, no se hubiera callado. Pero si el Sr. Dabán hubiera dicho al entonces Ministro de la Guerra lo que ayer dijo el Sr. Sánchez Campomanes al general Castillo, el Ministro de la Guerra no se hubiera conformado con menos de lo que ayer contesté yo.

Y no tengo más que decir, como no sea agradecer al Sr. López Domínguez la ayuda que me ha prestado en este momento; ayuda que, en rigor, no me ha prestado a mí, aunque yo se la agradecería mucho si en realidad me la hubiera prestado, sino a las ideas de gobierno y a la manera de ser del ejército, ante cuyas consideraciones no podía hacer otra cosa. Por lo demás, ¿para qué hablar de si el Sr. Ministro de la Guerra obra bien o hace mal en estos o los otros ascensos, cuando la ley constitutiva del ejército le da amplísimas facultades para la elección? Esto no lo [1013] puede decir el Sr. López Domínguez ni lo puede decir tampoco el Sr. Sánchez Campomanes, porque no hay nombramiento, no hay elección que hagan los Ministros de la Guerra que no disguste a todos aquellos que quisieran ser los elegidos.

Y como no es posible conformar a todos, es fuerza resignarse. Y yo puedo decir al Sr. López Domínguez una cosa, y es, que si no tuvieran esas facultades los Ministros de la Guerra, y no hicieran uso de ellas con discreción y con tino, tratando de escoger aquellos generales que creen más a propósito para el mando o para el ascenso, no sería S.S. teniente general. Por consiguiente, ¿cómo ha de combatir S.S. una facultad que todos los Ministros de la Guerra han tenido, y sin la cual S.S. no ocuparía el puesto distinguido y merecido que ocupa en el ejército? (Muy bien).

Eso no debe ser, porque equivale a admitir que se pueden creer buenas las facultades del Ministro de la Guerra, dentro de las leyes, cuando las emplea en interés propio del que censura, y creerlas malas cuando las emplea en interés ajeno. La justicia exige que no se combata a los Ministros de la Guerra por los nombramientos o ascensos que se sirvan hacer. Yo ya sé que algunas veces puede el Ministro no acertar, porque la infalibilidad no es cosa propia de la naturaleza humana; pero al fin y al cabo, si estas facultades las conceden las leyes, los militares tienen que respetarlas, porque si no, con el mismo derecho con que se incomoda el Sr. Sánchez Campomanes porque el Ministro de la Guerra ha elegido a una persona para el ascenso, se incomodarán los demás, si el Ministro de la Guerra siguiente elige a S.S.

Esto no pasa en ningún ejército, ni debe pasar aquí, y por eso me lamento yo, sobre todo, de las palabras que ayer pronunció el Sr. Sánchez Campomanes, que van, Sres. Diputados, contra la disciplina y contra la mejor organización del ejército. No tengo más que decir. (Aprobación). [1014]



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